sábado, 20 de octubre de 2012

Relato nº 3: León y Marta (Sorteo SICB)

Caminamos juntos, bien pegaditos, a mi lado descubres el maravilloso mundo que nos rodea, la isla mágica en la que vivimos, con su olor a pinos y a mar salada. Los primeros meses han sido intensos, en mi vientre vivíamos nuestro idílico sueño, todo era placentero, mi piel te hacía  de barrera atenuando la luz y el sonido para hacértelos más dulces y más cálidos, menos estruendosos y estridentes. Nunca olvidaré tú olor al nacer, ese olor, la esencia de nuestra alma unida, olías a vida, a ternura, a cielo, a mío… me impregnó de amor, de un profundo sentimiento de protección que desde entonces alimenta todo mi ser. Este nuevo mundo era tan intenso para ti que lo que más deseabas hacer era lo único que habías estado haciendo durante los últimos nueve meses, seguir siendo parte de mi, seguir pegado a mi cuerpo, todavía no eras consciente de lo que pasaba, no te dabas cuenta de que ya éramos dos individuos y no solo uno, creo que no te agradaba la idea, así que te envolvía en esa suave tela de algodón roja y ambos simulábamos que no pasaba nada, que todavía seguíamos unidos por un solo cuerpo... Salíamos a pasear y el ritmo de mis caderas al caminar te mecía armoniosamente, agarrado con una mano en el fular, la otra reposando sobre mi pecho, esponjoso y suave, perfecto para pellizcar con tu mano, como anhelando aquellos momentos en que jugabas divertido con el cordón umbilical. Como si de una cortinilla se tratase jugueteabas con el trozo de tela de algodón asomándote tímido a la ventana de nuestro mundo, repleto de brillantes colores, de aromas y voces lejanas y a la vez inquietantemente cercanas, el mundo se movía muy deprisa ante esos ojitos tímidos que acababan de nacer.


No hubiera podido imaginar que tener un hijo era tan parecido a estar enamorada, despertándome en la noche y viéndote tumbado a mi lado, tan… perfecto, con tus rechonchas manitas y  piececitos, tan pequeñito en esta cama tan grande que pareces un juguete, quedo embobada observándote, oyendo tu respiración, suspiro llena de amor porque sé que estás bien, resguardado, protegido. Todavía me sorprende que seas mi hijo, ser tu madre, de repente la vida tiene un sentido divino, y eres tú, el aquí y el ahora se viven con toda la fuerza del universo, porque mientras sonríes no existe nada más, quedo prendada del milagro de la vida. Como vivir es una actividad muy fuerte, apasionada y también extenuante muchas veces, hemos decidido ir pasito a pasito, sin prisas, revelándote las pequeñas cosas del día a día desde mi regazo, y el fular nos ha  supuesto una magnifica herramienta que nos permite ir como si estuviéramos soldados el uno al otro, mientras, observas atento y fisgón mis quehaceres diarios, agarrado a mi como un pequeño monito.

Con el tiempo esa mirada ha ido cambiando, cinco meses después se ha hecho curiosa, ahora escudriña cada detalle a tu alrededor. Me divierte especialmente la manera en que miras al horizonte después de disfrutar de un paseo en el que has dormido plácidamente entre el calor de mi piel y tu piel, y la intimidad y el sosiego que el fular nos brinda, empiezas a removerte suavemente, abres los ojitos una vez, los cierras, vuelves a abrirlos y los diriges hacia mi, tierno, con esa mirada cómplice, y en tu idioma y a tu manera me pides que te saque de tu refugio para que puedas adivinar donde estamos, a donde hemos venido esta vez a pasear, entrecierras los párpados mirando muy concentrado la situación, y pones tu cara de tortuga, estirando mucho el cuello e inclinando el labio superior de tu boca un poco hacia delante, como en forma triangular, descubriendo el mundo desde la perspectiva que te ofrece la seguridad de mi hombro, bien abrazadito a mi, y así juntos pasas más calmado todas esas emociones a veces tan  enérgicas y vibrantes que la existencia te ofrece. Después de estos primeros meses para conocernos, de trabajosa adaptación el uno al otro y a esta nueva vida, por fin has descubierto el placer ser mi bebé, te encanta que te besuquee, que te llenemos de caricias y hagamos guerras de besos en tu espalda, te abracemos, que te contenga en mi seno. Me siento tan orgullosa de verte así, tan risueño, siempre dispuesto a mostrar tu amplia y desdentada sonrisa, feliz de la vida, y me alegro de haberme escuchado a mi misma y haberte criado todos estos meses al calor de mi cuerpo casi constante, poco a poco y a tu ritmo, siendo siempre tú mismo el que has marcado tu propio ritmo. Vas queriendo descubrir, cada vez un poquito más, el mundo por ti mismo, y eso me complace. Es por eso que siento estar haciendo lo correcto, lo que dicta mi corazón, y que no por llevarte todo el día en mis brazos estas siendo un bebé malcriado o mal acostumbrado, sino todo lo contrario, el darte mi calor constante te ha ayudado a convertirte en el bebé carialgre y afortunado que eres hoy, y para mi no hay mejor regalo en el mundo que ese. Animamos así a todas las mamás, papás, abuelos, tíos, etc a dejarse llevar por el propio instinto y criar a nuestros hijos como toda la vida se ha hecho, cerca, muy cerca de nosotros, unidos, y darles así la oportunidad de ir descubriendo el mundo a su ritmo.

Un risueño abrazo de León y Marta

1 comentario:

  1. Es un relato precioso y no es porque sea su padre y abuelo, es, porque lo es.

    ResponderEliminar